Panorama político nacional de los últimos siete días
Por Jorge Raventos
A horas de la primera vuelta electoral, la mayoría de las encuestas y los pálpitos de los analistas asignan a Javier Milei la segura participación en el balotaje y coinciden en que la competencia central es la lucha por el segundo puesto, es decir, por la condición de desafiante del libertario. Sin embargo, convendría no dar nada por absolutamente seguro. La primera vuelta ya mostró que podía ocurrir algo inesperado. En aquel caso, el ascenso de Milei.
Valdría la pena preguntarse si la hora de lo inesperado ya pasó definitivamente. ¿Han sido acaso abolidos los milagros? Como dijo el arzobispo porteño, monseñor Jorge García Cuerva, “no hay que dejar el Evangelio en la puerta del comicio”.
Lo que ya ha ocurrido
No es preciso aguardar el escrutinio de esta noche para concluir que el proceso electoral en marcha ya ofrece algunos resultados notables.
En primer lugar, en medio de un difícil momento económico y de una dura puja que involucra a tres fuerzas políticas que se han mostrado muy parejas, Argentina se dispone a votar con una participación que superará la de las primarias y con una normalidad que no ha sido alterada por alguna queja de maniobra que no ha sido fundada ni respaldada por denuncias responsables.
En ese contexto, el sistema político ha comenzado a reconfigurarse en aspectos decisivos. Por ejemplo, se ha disuelto la polarización que marcó la última época y se han eclipsado sus liderazgos (la influencia de Mauricio Macri y Cristina Kirchner sobre sus respectivas coaliciones ha decaído ostensiblemente, una tendencia que no tiene miras de revertirse).
La impetuosa irrupción de los libertarios de Javier Milei (cualquiera sea el resultado que esa fuerza concrete hoy en las urnas) ya ha dejado una marca: ha sido, en buena medida, consecuencia del hartazgo social ante un empate conflictivo que parecía condenar al país al estancamiento y la decadencia; pero también ha sido el motor de un debate, aún en curso, que impulsa la revisión o actualización de prácticas, rutinas y conceptos naturalizadas pese a su anacronismo.
Por cierto esta adecuación no puede hacerse a los hachazos, pero el comicio permite una atención masiva a la controversia y abre una ventana de oportunidad a la forja de nuevos consensos.
Si se atiende a los principales candidatos de esta competencia, queda claro, por caso, que los cuatro hasta aquí más votados coinciden en el papel fundamental del sector agroalimentario para el crecimiento del país y en la necesidad de reducir sensiblemente (o eliminar) las retenciones a las exportaciones. Se trata de la reversión de posiciones que han sido hegemónicas durante largo tiempo.
También se observan coincidencias sobre la necesidad de evitar el déficit fiscal, lo que impulsa una discusión indispensable sobre, por ejemplo, el subsidio de los servicios públicos. La astuta iniciativa de Sergio Massa de habilitar la renuncia personal a esa ayuda y la paralela difusión por la secretaría de Transporte de cuál sería el precio de los pasajes sin la ayuda estatal tiende a contener preventivamente la propuesta lisa y llana de excluir esa contribución del Estado, pero fuerza a todas las partes a refinar la argumentación e ir más allá del subsidio no/subsidio sí: se trata de definir cómo instrumentarlo y definir a los beneficiarios.
Juan Schiaretti subrayó que, en rigor, los subsidios actuales privilegian a la “República del AMBA”, es decir, a la ciudad de Buenos Aires y a los municipios del conurbano y los pagan todas las provincias. Planteado el tema como una cuestión a resolver, ahora se trata de debatir en detalle para alcanzar un consenso viable y efectivo: que simultáneamente sostenga equitativamente a quienes lo necesitan, permita servicios eficaces y contenga la erogación pública.
Entre la derecha y el centro
La primacía que logró Milei en las PASO y la emergencia y creciente protagonismo de estos temas han hecho opinar a los analistas que el país se estaría inclinando a la derecha. Sin embargo, para componer un cuadro completo es indispensable incorporar otros elementos de juicio. Ya en mayo señalábamos aquí que “el paisaje de una elección de tercios, sea quien sea el presidente electo, se reflejará en un Congreso en el que el Ejecutivo no contará, en principio, con una representación dominante”. El corolario de esa situación es que las negociaciones, acuerdos y consensos se vuelven imprescindibles tanto para la producción de leyes como para la futura gobernabilidad, circunstancia que contribuye a neutralizar un derrape hacia posiciones extremas.
Otro factor de equilibrio es la cuestión federal. Los cambios que en ese aspecto ya están a la vista indican que ninguno de los presidenciables que compiten hoy contará esta vez con la abrumadora mayoría de gobernadores de la fuerza propia de que dispuso el kirchnerismo durante su extendido dominio. Esa situación se magnifica en el caso de los libertarios: si Milei llegara, ahora o en noviembre, a la Casa Rosada, no tendría ningún gobernador “propio”.
Cualquiera sea el presidente que asuma en diciembre -y muy especialmente Milei- tendrá que sentarse a negociar con muchos gobernadores ajenos. Quizás hasta tenga que hacerlo no de a uno por vez, sino con un cuerpo colectivo de mandatarios provinciales unidos por el denominador común de los intereses de sus distritos por encima de sus identidades partidarias.
Lo más interesante es que cada una de las principales fuerzas está ya mismo internalizando la necesidad de diálogo y buscando ocupar, de alguna manera, un espacio de centro. Patricia Bullrich, así haya demorado en exceso el paso, convocó a Horacio Rodríguez Larreta y le ofreció la eventual jefatura de gabinete, en un intento de asimilar el mensaje de moderación y búsqueda de consensos que el jefe porteño encarnó durante la puja interna. Milei ha ofrecido a Guillermo Francos el Ministerio de Interior en caso de ser presidente y Francos no deja de tomar contacto con adversarios. No los tienta a formar parte de los equipos presentes o futuros de Milei, sino que abre previsoramente las puertas a futuras potenciales colaboraciones con un eventual gobierno libertario, sea en el Congreso o en los intercambios entre poder nacional y poderes provinciales.
Habrá que ver cómo juzgan Francos y otras personas técnicamente destacadas que han aceptado trabajar junto a Milei la propuesta de quien éste ha condecorado como “prócer del liberalismo”, Alberto Benegas Lynch (h), en el acto de cierre de campaña de los libertarios, el viernes 18 en Villa Crespo: suspender las relaciones con El Vaticano “mientras allí reine un espíritu totalitario”.
Cisnes negros
Sergio Massa, por su parte, ya adelantó que tiene la intención de estructurar un gobierno (“mi gobierno”, subraya) buscando la unión nacional, con la participación de radicales, cuadros del PRO y hasta libertarios. Massa deja entrever que si alcanza la victoria y es presidente, contará con una colaboración relevante de Roberto Lavagna pero no quiso abundar en detalles de la función que le reserva ni tampoco dar nombres de otros convocados porque -dijo, diferenciándose de sus competidores que lo han hecho- “no soy de los que ofrecen liebre antes de cazarla”. Si hoy consigue capturar la liebre y logra una buena performance que lo ponga en el balotaje, Massa empezará a detallar sus ideas sobre el gobierno de unión nacional. En ese momento, él iniciaría su etapa decisiva y confirmaría la centralidad de su figura.
Como Massa (y a diferencia de su propio compañero de fórmula), Villarruel no alardea de haber cobrado una presa que todavía está vivita y coleando. La competencia democrática exige convivir con cuotas de suspenso e incertidumbre.